miércoles, 26 de agosto de 2009

Servicio metereológico

Soy como esos típicos y absurdos recuerdos de Mar del Plata que cambian de color según el tiempo. Si el día esta lindo, se tornan de un color alegre; si el día esta nublado, adquieren una tonalidad grisácea; si el día está frio, su color es feo. Así soy yo. Soy un servicio metereológico andante. Si el día esta soleado, estoy alegre; si el día esta lluvioso, estoy triste; y si el día esta nublado, me nublo.
Nunca supe bien porque me pasa esto, pero se da como un hecho natural e imprevisto. Y aunque esta relación estrecha entre mi animo-tiempo llama mi atención, es un vínculo tan fuerte y tan arraigado en mi ser, que no lo puedo evitar. Llega y se apodera de mi ser y ya nada puedo hacer.

Hoy el día está lluvioso, húmedo y frío. Y mi estado mi estado psico-mental comienza a llover lágrimas de tristeza, de recuerdos que mejor prefiero olvidar. Mi mente fue anegada de bote a bote, por un chaparrón que parece que empapó los momentos felices y los disolvió hasta transformarlos en la nada misma. El vaso solamente tiene una mitad, y esa mitad: es la vacía.
Por eso, espero que la tormenta termine. Y se termine pronto, para que salga el sol, y con él retorne mi alegría. Porque ya no puedo soportar esa negatividad que se transporta por mi cuerpo, como descarga eléctrica. Ese mal humor que me caracteriza, en un día como el de hoy. Ese estado de somnoliencia y angustia que sólo puede causarme una jornada lluviosa.

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