lunes, 22 de junio de 2009

Más allá de la muerte


Era un lugar muy poco iluminado, desprovisto de todo tipo de muebles. Sus paredes y pisos raídos, combinaba con el silencio de porcelana. La ausencia de objetos me crepitaba y me hacía estremecer. Pero no estaba sola. Escuchaba atentamente a mí abuelo, lo que me causaba la tensión de cada músculo de mí cara; dificultándome la fluidez de pensamiento y palabras. Sus argumentos no lograban darme aquella seguridad necesaria para llevar a cabo el acto. Finalmente accedí a su pedido. Tomé el revólver, y con solo tocarlo me produjo un escalofrío. Sintiendo que mi brazo era de plomo, con dificultad lo acerqué a mi sien; y a pesar de que la transpiración complicaba mis movimientos, disparé el gatillo. Y así ocurrió lo que mi abuelo tanto me había adelantado. Luego de aquel disparo podía hablar y moverme como si no hubiera pasado nada; a pesar de ser presa del miedo.



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