sábado, 30 de enero de 2010

Uñas para cortar

Gritar. Escupir. Putear. Andate a la mierda. ¿Por qué las palabras son liberadoras? ¿Por qué las palabras oprimen? Andá a cagar.
¿Qué es lo que esconde el lenguaje humano que permite comunicarnos y a la vez lastimarnos? Esencia de baldío. Esencia de ambigüedad. Putrefacción. Te quiero gritar: ¿Por qué no te matás?
Te lo digo o no te lo digo. A veces radica ahí el problema. Problema. Perjuicio. Basura. Rubish. Merd. Vertedero. Residuo cloacal.
Lo más bajo y denigrante del hombre ahí se esconde. Su más in-humana inconsciencia del pensar en los demás. ¿Egoísmo? ¡NO! Mi-er-da.
Basta, no quiero suciedad. Prefiero la pureza angelical. No prefiero verte. Gritarte. Escupirte. Mandarte a la mierda. ¡NO! Pero tampoco quiero luchar.
Estoy cansada, harta. Porque siempre que intento pelear, exploto. Un asco. Soy la más inmunda bolsa de residuos dinamitada. La mierda se desparrama por todos lados y es un asco (reitero). Porque los vestigios quedan pegados en las paredes blancas de tus pupilas. Se esconde en los recovecos laberínticos de tus oídos. Y se quedan plasmados como una huella indeleble en tu corazón.
No estoy dispuesta a aceptarlo. No quiero. Basta –yo por mí (extremistamente)- mando todo a cagar.
La ficción es linda. La realidad es lo presente. La ficción realista lo que me trajo a escribir. La puta madre, esto es un poco de esa mierda que estaba escondida debajo de mis uñas que hoy decidí cortar.







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