martes, 17 de mayo de 2011

Alegría a su corazón (Y dale)

¿Cómo es estar radiante? ¿Qué es resplandecer? Tiene cara de cansancio, fatiga; y sin embargo, me demuestra que brilla, que pertenece...
No es su rostro solamente, son las yemas de sus dedos que entregan una energía vigorizante. Son sus piernas que bailan al compás de la melodía que más le gusta. Es su cara que escruta la concentración, y es la concentración que le escruta la mirada.
¿La cabeza lo es todo? Se ha transformado en un vigía que reacciona ante el mínimo estímulo. Gira y gira como una calecita. Pero su torso está erguido (no dije rígido) como quien intenta mantener la compostura.
Y de pronto, se detiene... y vuelve a comenzar. Se oyeron unos pasos como estruendos, que resonaron y llenaron el aire. Uno, dos, tres, cinco pasos. Todo se movió en cámara lenta, y a pesar de eso, la concentración nunca paró
.
Es que por unos instantes se ha decidido que era el tiempo, que era el momento para demostrar su destreza. Y es ahí, en ese instante, que reboza más que nunca. Su pecho es una bola de fuego; y aunque su cara ni gestos lo digan, su corazón lo ilumina.
Y yo lo sé. Lo sé porque un día lo vi desnudo, y al verlo tan desprotegido comprendí cuál era su centro, cuál era el motor que motiva su vida.


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