sábado, 5 de marzo de 2011

No quiero la tristeza

Es horrible el momento en que uno comprende que somos meros mortales. Reconocernos a nosotros mismos como seres con limitaciones no es poco común; pero la cuestión es...
¿Qué pasa cuando encontramos, nos ponemos cara a cara a un condicionamiento que nos hiere en lo profundo
? Sí, duele, lastima, sentimos que mata algo muy adentro nuestro, tan profundo que compromete cada célula de nuestro ser. La daña y corroe de una manera que ya no volverá a ser la misma de antes (nunca más). Y eso sucede porque esa limitación que se pone en juego toca una pasión que es lo que completa tu ser, y pone en vibración tus cinco sentidos. Ese ser que ahora creés disminuído al punto en que tu mente y tu alma te dicen que no será posible sentir nuevamente ese placer (si alguna vez lo sentiste).
Ahora,
entonces, la pregunta sería: ¿qué se hace ante esta situación de fracaso interno? ¿se sigue luchando, se da una tregua o se abandona? Respuestas, como siempre, no las hay acertadas ni equivocadas. Solamente cada uno deberá buscar el mejor camino de cicatrización para su propio mal/dolor.


Y sin embargo... "la vida de los otros, tal como nos llega en la llamada realidad, no es cine sino fotografía, es decir que no podemos aprehender la acción sino tan sólo sus fragmentos eleáticamente recortados. No hay más que los momentos en que estamos con ese otro cuya vida creemos entender, o cuando nos hablan de él, o cuando él nos cuenta le ha pasado o proyecta ante nosotros lo que tiene la intención de hacer" [Julio Cortázar, Rayuela]


No hay comentarios: